Todo el que disfruta cree que lo que importa del árbol es el fruto, cuando en realidad es la semilla. He aquí la diferencia entre los que creen y los que disfrutan. (Friedrich Wilhelm Nietzsche)
Son los besos,
los abrazos,
la pasión primitiva,
la violenta y urgente necesidad
de sentir el cuerpo del ser amado
como parte irremediable de uno mismo.
La mirada que no miente y desnuda el alma
frente a la nostalgia del tiempo que nos divide.
La ilusión del futuro soñado.
Algunos sin embargo piensan que son estructuras
normas sociales aprobadas
por los dogmas y morales ajenos,
créditos y cuotas,
rutinas y seguridades,
certezas inexistentes para el lenguaje del corazón.
Eligen por las culpas y los deberes
salvarse del miedo,
de la oscura locura de lo prohibido,
del cielo de las utopías,
para vivir a la luz de un amor de consumo.
Pero no saben ni sienten,
muerte fría del alma,
que el amor es otra cosa.